Hoy soy 3 horas más joven que ayer. En efecto, aunque de manera breve, hoy derroté el avance del tiempo. Entre el cruce de usos horarios y el ajuste de la hora debido al cambio de estaciones le he ganado 3 horas a la vida. El reloj del carro marca las 11:45 AM pero mi cuerpo está sintonizado a las 2:45 PM.
Este efecto rejuvenecedor me tienta a continuar el viaje hacia el oeste pero me digo si no estoy forzando mi suerte un poco y jugando con fuerzas ocultas cuyo poder se me escapa (ver “La isla del día de antes” de Eco). Por otra parte quiero ajustarme a mi precario plan inicial de completar el recorrido en 15 días y un olvidado sentido del deber (pues ha llegado la hora de volver a trabajar) me indica que debo llegar a Calgary.
Por lo menos he alcanzado el momento feliz en el cual no sé que día de la semana es.
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