Sunday, January 11, 2009

Regla general del decaimiento de la capacidad de asombro

Es desafortunado que nuestra obsesión por viajar y conocer el mundo se estrelle contra nuestra capacidad limitada para asombrarnos. Esta gráfica ilustra lo que quiero decir:

Cada día disponemos de una capacidad finita para asombrarnos. A medida que transcurren las horas (o que las maravillas observadas se acumulan) nuestra capacidad de admirarnos desciende.

Recuerdo esta experiencia recorriendo el alabado museo del Louvre en Paris:

A las 9:00AM inicio la peregrinación. Ya en la entrada mirando idiotizado la pirámide de vidrio he agotado 20 de mis 100 puntos diarios.

Me paseo por entre las interminables estatuas griegas y romanas. Con simulado interés leo las etiquetas que describen de donde provienen unas extrañas hachas etruscas de bronce. Trato en vano de aprender algo acerca de la cultura romana en las Galias. Al llegar a la esperada sala de pintura francesa del siglo 19 solo cuento con una reserva de 27 puntos de asombro. Miro impresionado las pinturas pero no siento el mismo vértigo que sentí hace solo 4 horas frente a la estatua de la Venus de Milo.

Para posar de intelectual me siento a observar en la banca que está al frente de un cuadro imponente de Gericault pero mi intención real es de descansar las piernas después de varias horas de caminata.

En un sala contigua encuentro otro cuadro de Monet. Este es morado, el otro era amarillo, pero a larga son casi la misma vaina. Me pregunto de nuevo: cuál es el encanto de ver 20 pinturas casi idénticas de una sola pasada?

Algo desorientado por la avalancha visual de más de 200 imágenes impresionistas sigo mi camino para dar casi por error en la galería especial en donde se exhibe La Mona Lisa. Después de andar kilómetros de galerías pertinaces la mentada Gioconda me parece un cuadro más bien desabrido y años después el único recuerdo que conservo de éste es el malestar que me produjo la multitud de agotados turistas empujándose para apreciarlo y blandiendo las insoportables cámaras fotográficas.

Otro ejemplo clásico son los fatales paquetes turísticos que prometen 7 países Europeos en 10 días.

La jornada típica comienza en cualquier ciudad antigua recorriendo iglesias medievales por entre increíbles y pintorescas callecitas de piedra. La primera iglesia que encontramos en el camino nos llena de asombro con su oscuridad spiritual y los fastuosos vitrales. 6 iglesias antiguas más tarde se nos han agotado las frases elogiosas. Los adjetivos de los que los latinos abusamos tanto van cambiando de tono en una escala descendente:

- !Espectacular!

- !Increíble!

- !Divino!

- Del carajo

- Chévere

- Bonito

- Ah si bacana, a qué hora es que sirven el almuerzo?

Es posible que la manera en la que abusamos de medios como la televisión hayan contribuido al hecho de que sea difícil mantenernos visualmente motivados por más de un par de horas.

El error que cometemos frecuentemente al viajar es atiborrarnos de imágenes, de recuerdos y de datos que podremos vomitar de vuelta a los pocos amigos que quieran escucharnos.

Por otra parte le atribuimos al hecho de viajar propiedades casi milagrosas pero la verdad es que la idealización de las imágenes previas o posteriores al viaje pesan más que los hechos que en realidad vivimos.

Lo dice Alain de Botton (con este último libro espero cerrar su ciclo de filosofía ligera cuya influencia me parece ya opresiva (c.f. Deutsches Requiem)).

En medio de unas vacaciones soñadas y esperadas con mucha anticipación en Barbados se encuentra con que después de una disputa con su novia no puede disfrutar del hotel impecable ni de la vista al mar.

Nuestra miseria esa tarde en medio del olor de lágrimas mezcladas con el aroma del bloqueador solar y del aire acondicionado era un recuerdo despiadado de la lógica rígida e implacable a la cual está sometido nuestro ánimo. Una lógica que ignoramos bajo nuestro propio riesgo cuando encontramos la imagen de un paisaje hermoso e imaginamos que la felicidad debe acompañar semejante magnificencia.

Nuestra capacidad para extraer felicidad de objetos estéticos o bienes materiales parece depender de manera crítica de primero satisfacer necesidades emocionales y sicológicas entre ellos la necesidad de entendimiento, amor, expresión y respeto. No disfrutaremos - no podemos disfrutar - suntuosos jardines tropicales y atractivas cabañas sobre la playa cuando una relación en la que estamos comprometidos abruptamente se revela llena de incomprensión y resentimiento.

2 comments:

JCV said...

Lo cual nos lleva necesariamente a la búsqueda interior a través de la (hum...) meditación y aprecio de lo espiritual... cómo pesan los años... comodicen los Rolling Stones: It's a drag getting old... qué lata.

Anonymous said...

A. Maslow en su teoría sobre la motivación humana (A Theory of Human Motivation) menciona que el ser humano tiene una lista de necesidades básicas las cuales describe en una pirámide, donde su base está conformada por las necesidades que él llama fisiológicas. Otros autores plantean que desde la cognición (pensamiento) se trabajan las sensaciones físicas las emociones y los comportamientos. Lo que creo es que si nuestras necesidades básicas no están cubiertas nuestro cerebro no es altamente productivo pues su enfoque a lo más “importante, sorprendente e inalcanzable” cambia de dirección. De ahí la famosa frase “Con hambre no trabajo…. Y lleno menos”; sin embargo encuentro otras situaciones donde la motivación por el poder o el logro desvanece después de alcanzarlo y esto no precisamente por suplir necesidades básicas, Ejemplos como, ¿Cuánto tiempo usé mi primera bicicleta intensamente? Ó ¿Cuánto tiempo disfrute mi trabajo como si fuera el primer día? Ó quizás ¿Durante cuánto tiempo duró mi entusiasmo por recibir la visita del “mismo” novio? Preguntas quizás con respuesta implícita. Después de leer tu artículo mi pregunta es ¿Qué nos domina más, la mente o el cuerpo?