No vale la pena hablar sobre las montañas brumosas y la llovizna pertinaz que presencié al llegar a la ciudad extraña el 4 de Octubre pues otros viajeros lo han hecho ya con profusión.
En el atafago de las colas al desembarcar en el puerto una prevención mal fundada me hacía temer por la pérdida de mi equipaje, en particular por los instrumentos científicos y las muestras de minerales exóticos que traía. Vine desde unas tierras lejanas (de las cuales no soy hijo) buscando al legendario lector e intérprete de los símbolos estelares quien habría de esclarecer para siempre el camino a seguir en lo que me quedaba de existencia y a descubrir el sentido de algunos pasajes de mi vida algo oscuros.
Confieso que me atraía también la poco probada leyenda de las aguas medicinales que algunas fuentes dicen, detienen de manera parcial el paso del tiempo y que al parecer se alimentan de las aguas de un río proveniente de la llanura elísea.
Recuperadas mis maletas mi primer afán fue conseguir un medio de transporte asequible y adaptado a las agrestes condiciones geográficas que las antiguas guías de viaje mencionaban. No me fue difícil encontrar los mercaderes de cabalgaduras y me decidí por una inverosímil montura híbrida que me recordaba a un camello y que los locales llaman Hiamas. Su temperamento feral e independiente y una gran nobleza me hicieron pensar en mi vieja amiga Alfonsina y asi la bauticé.
Ya cayendo la noche emprendimos Alfonsina y yo la marcha por entre los caminos congestionados que conducían hasta el corazón de la parte antigua de la ciudad. Un par de horas después encontramos una pintoresca posada de la cual hablaré mañana pero no me puedo despedir hoy sin mencionar algo que desarrollaré en notas posteriores y es el impacto que produjeron en mi la belleza y el carácter fuerte de todas las mujeres que encontré en las primeras horas de camino.
Daniel Barragán
1 comment:
Qué foto!!!!
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