Sunday, December 07, 2008

Una de nuestras armas de defensa ante la incertidumbre de la vida es la construcción de mitologías personales que nos permiten marcar diferencias con los otros. (c.f. Ararat de Atom Egoyan). La muerte temprana de algún familiar o amigo, un accidente, abolengos perdidos o ciertas enfermedades crónicas dan a nuestra existencia un sentido del drama y de nuestra unicidad.

Entre la gente que vive fuera del país la nostalgia y el románticamente llamado exilio son el drama preponderante al que nos afiliamos. Existe toda una literatura dedicada a ensalzar la nostalgia y la soledad de quienes han dejado su país para establecerse en tierras extranjeras.

Lo mejor que he leído al respecto lo dicen dos autores que aconsejo mucho.

El primero es Tzvetan Todorov en un libro excelente llamado "El Hombre despojado de País"(L'homme dépaysé). Búlgaro exiliado en Paris, al retornar a su país se encuentra con que ya no es tan fácil encajar. No pertenece ya a su antiguo mundo y en su patria de adopción será siempre un extranjero. Juzgado casi como traidor por abandonar a sus coterráneos en medio de las dificultades impuestas por el sistema soviético no lo miran ya como uno de los suyos.

Gran parte de este sentido de desconexión de quienes viven fuera de su país gira en torno a la falta que nos hace hablar nuestra propia lengua. Alain Finkielkraut lo dice muy bien en "La humanidad perdida". Desprovisto de todo lo que les familiar el exiliado trata de hallarse por medio de cosas que le sean familiares, que le dan su identidad:

...comprende que los objetos, aun los más prosaicos y funcionales se definen no sólo por su utilidad y que a pesar del triunfo moderno de la inteligencia racional estamos reducidos a vivir en medio de cosas "que nos cuenten historias".

Para el exiliado un mundo despoblado de toda tradición y sometido totalmente al pensamiento utilitario no es realmente un mundo. Bajo esa misma dolorosa luz de la ausencia la lengua maternal se le revela al refugiado no como la lengua que domina y que maneja de la mejor forma sino la única lengua que le habla a él cuando la habla y que por este hecho se escapa de toda manipulación y malentendidos.

Palabras muy elocuentes pero que me parecen excesivas. En la construcción de esa mitología personal el sufrimiento del expatriado se romantiza y glorifica. Ser víctima es romántico pero no dejo de pensar que los refugiados de verdad agonizan en Africa en campos de los cuales no podrán salir nunca.

Una de mis quejas de la sociedad occidental es que nos lamentamos demasiado y nos gusta engrandecer nuestros sufrimientos para volverlos marcas de honor (para la muestra yo, me estoy quejando con este fárrago).

La nuestra es una cultura propensa a la autoflagelación y que ha construido monumentos enteros dedicados al sufrimiento como el existencialismo. Influencia Cristiana?

No sé, pero George Carlin lo dijo con claridad: la vida no es tan complicada.

1 comment:

Catalina said...

Ud como siempre dando en el clavo. Ahi muchos libros maravillosos sobre el exilio o mas bien sobre ser extranjero. Rapidamente se me vienen a la cabeza estos tres que casualmente pasan en Paris la mayor parte del tiempo. Sera ua casualidad mia de lectora? O de Paris como ciudad luz, suegno paraiso/infierno? No se
Aca le dejo la lista:
1. Rayuela
2. Las memorias de la nihna mala (2007) de Vargas Llosa
La ignorancia (2000) de Milan Kundera