Monday, September 23, 2013


Apreciado Maqroll,

Dudo que esta carta le llegue. He aprendido a desconfiar de nuestro sistema nacional de correos y no me imagino que esta carta pueda sobrevivir a las avionetas maltrechas y a los vaivenes de las barcazas en los ríos tumultuosos de las tierras calientes donde se habrá de encontrar usted ahora.

Sé de buena fuente que sus contactos con su amigo Alvaro Mutis se mantienen y sé que él lo sigue proveyendo con las sagas interminables del duque de Orleáns y lo mantiene al tanto de las afugias de la casa de Castilla.


Por eso me dirijo a él, confiando en su amabilidad para intentar hacerle llegar esta letra.

Durante años he seguido sus desastradas aventuras. He sentido con usted el vaho pegajoso del agua en el borde de las quebradas y el temor a las polillas monstruosas del trópico. Al lado de otros viajeros he desafiado los mares malayos y las profundidades de las selvas del Congo, sin embargo ninguno de ellos me enseñó como usted lo que es ser hombre.

Como usted he recorrido el mundo tras de minas inverosímiles para nunca encontrar nada y al llegar preguntarme que me ha empujado hasta allí. La pregunta me ha agobiado y la encontré expuesta de manera precisa en un apéndice que descubrí hace meses en una vieja edición de “La Máquina del Tiempo” de H.G. Wells. Se trata del testimonio del primer hombre que estuvo en la luna, fragmento que al parecer hacía parte de una historia más completa pero que por motivos que desconozco, Wells nunca dio a la luz pública de manera formal.

El narrador se encuentra en la Luna, exhausto después de escapar de sus captores selenitas y rodeado de inútiles cantidades de oro se pregunta porque ha dejado la seguridad de su casa para ir a dar a ese planeta en el que se sabe condenado a morir alejado de los suyos: … man…against his interest, against his happiness, he is constantly being driven to do unreasonable things. Some force not himself impels him, and go he must. But why? Why? ………. that I was not serving my own purpose, that all my life I had in truth never served the purposes of my private life. Whose purposes, what purposes, was I serving?

Lo que siempre hemos buscado parece estar lejos. Salimos en su búsqueda en viajes peligrosos hacia tierras distantes pero presentimos que está cerca, tan cerca de nosotros que su retrato mismo nos impide verlo. Su fantasma nos ronda en las noches y de vez en cuando se cuela en algún sueño. Por desgracia el olvido trabaja más rápido en las horas de la mañana y ya al mediodía hemos perdido las imágenes que los sueños nos habían llevado.


Sin un asomo de duda seguimos el camino, siempre tortuoso, hacia el lugar que el destino nos ha señalado en cada ocasión, sabiendo de antemano que al llegar no encontraremos nada de lo que buscábamos. Volvemos derrotados pero ya en el camino de regreso estamos tramando el próximo nuevo viaje en búsqueda de las remotas riquezas. En medio de las dificultades espantamos con firmeza los asaltos de la conciencia que nos traen a la memoria los ratos de vida plácida o el calor de las mujeres que no supimos amar.


Como el Primer hombre frente a la lápida del padre ausente buscamos el secreto de toda vida, tratando de ir más lejos sin saber que la muerte nos lo oculta para siempre. Sabemos que nuestro esfuerzo es tan fútil como el de las manos que tratan de sostener el avance de un río que se desborda pero seguimos adelante. Es posible que el secreto que hemos buscado en los parajes oscuros de la luna o en las improbables minas de plata que agonizan en las laderas frías de los páramos nos sea revelado al morir. No lo sé.


Lo que le quiero decir es que su búsqueda no ha sido vana. Los caminos que usted ha emprendido con la convicción de la derrota valen más que los torpes senderos que la vida nos ofrece a diario en las minucias de la rutina y del trabajo embrutecedor


Acá en mi lecho de muerte, he invocado la Oración de Maqroll y me he sentido reconfortado y justificado, por eso le doy las gracias.


Me despido de usted Maqroll, me hubiera gustado morir envuelto en el polvo de las ciudades pero lo hago agobiado por la implacable nieve y el frío de las llanuras sin nombre del Yukón canadiense.


Agonizo en medio de una cabaña olvidada que está a seis días en trineo de White Horse. Rezo para que los que encuentren mi cadáver tengan la caridad de enviar esta carta que dejo cerrada y estampillada con la dirección de don Alvaro en el Distrito Federal.

Daniel Barragán

Nota: Alvaro Mutis murió ayer, 22 de septiembre de 2013 y no le hice llegar esta carta a tiempo.

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