Sunday, February 06, 2011

Otro Testigo

Dice Borges (lo siento, citarlo es la fatalidad de los latinoamericanos) en El Testigo:

… Antes del alba morirá y con él morirán, y no volverán, las últimas imágenes inmediatas de los ritos paganos; el mundo será un poco más pobre cuando este sajón haya muerto.

Hechos que pueblan el espacio y que tocan a su fin cuando alguien se muere pueden maravillamos, pero una cosa, o un número infinito de cosas, muere en cada agonía, salvo que exista una memoria del universo, como han conjeturado los teósofos. En el tiempo hubo un día que apagó los últimos ojos que vieron a Cristo; la batalla de Junín y el amor de Helena murieron con la muerte de un hombre. ¿Qué morirá conmigo cuando yo muera, qué forma patética o deleznable perderá el mundo? ¿La voz de Macedonio Fernández, la imagen de un caballo colorado en el baldío de Serrano y de Charcas, una barra de azufre en el cajón de un escritorio de caoba?

Hace 40 años unas imágenes se apagaron para siempre:

Está la imagen soñada de la esposa y los 4 hijos en un viaje que habría de organizarse pronto para ir a conocer el mar. El olor de los Eucaliptos centenarios al lado del rio de agua parda del cual nunca fue capaz de extraer un solo pez vivo.

Está el recuerdo de los libros que se ahogan en la biblioteca ilimitada y cierto desasosiego por tener libros no leídos aún, como la edición de las obras completas de H.G. Wells, perdidos entre los tomos de derecho canónico. El afán de no haber podido terminar la lectura de la única traducción necesaria de Ulises de Joyce (JSS). El remolino de metáforas exaltadas en las Aldeas de los Espejos .

Está el recuerdo de la cabaña que comienza a nacer en el borde del páramo, de las escrituras por registrar y los trámites que nunca hubo tiempo de liquidar y una última imagen: el sol anaranjado de Bogotá acostándose sobre las hojas del árbol de Magnolia sembrado en el jardín de atrás de la casa.

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