Sunday, February 15, 2009

Me gusta burlarme del optimismo sin fundamento y de aquellos que piensan que con solo desear que nos ocurran cosas buenas estas se harán realidad.

He reforzado cierto escepticismo en cualquier sentido de justicia después de llenarme la cabeza con libros sobre algunas de las guerras fratricidas que agobian Africa con una brutalidad primitiva. Tal vez el más impactante es un libro llamado "Dándole la Mano al Diablo" (Shake Hands with the Devil) de Romeo Dallaire, el comandante de la misión de la ONU que presenció impotente el genocidio de cerca de 800.000 personas de la minoría étnica Tutsi en Ruanda en 1994.

Dallaire, un católico consumado, dice:

Cuando pienso en las consecuencias del genocidio Ruandés primero pienso en todos aquellos que murieron una muerte lenta causada por las heridas de machete al interior de los cientos de incendiadas iglesias, capillas y misiones en donde habían acudido buscando la protección de Dios y terminaron entregándose a los brazos de Lucifer. Pienso en los más de 300,000 niños que fueron asesinados y en los niños que se convirtieron en asesinos en una perversión de cualquier idea de lo que la infancia representa.

La sensación de impotencia ante las guerras que asolan Sierra Leona, Sudán, Ruanda o Burundi es total y debería servir poner en perspectiva las dificultades de la vida que llevamos nosotros al mismo tiempo que nos debería impulsar a actuar de alguna manera para al menos mitigar el mal.

Las razones sicológicas, sociológicas y económicas para explicar los genocidios abundan pero nunca son suficientes. Las explicaciones que encuentro más convincentes son las que interpretan los genocidios de manera irracional.

En el caso del holocausto judío encuentro que las justificaciones más sólidas son aquellas que le asignan al ascenso del Nazismo un poder metafísico y semi-religioso como en "La Parte del Otro" de Eric-Emmanuel Schmitt.

Aceptando que el mal puro seguirá existiendo, creo haber encontrado la respuesta al dilema que esclarece la existencia de un Dios que permita que tantas injusticias ocurran.

Mi posición no es muy lejana de la justificación nihilista y Camusiana que no niega la existencia de Dios sino que razona que un Dios que permita que el mal exista no merece que creamos en él.

Ante el horror de la Injusticia pura que nos seguirá asolando hasta el fin encuentro en "Baudolino" de Eco la única interpretación convincente sobre la existencia de este mundo defectuoso que nos ha correspondido habitar. Somos el resultado de un Dios imperfecto que fracasó en su intento y tenemos que aprender a convivir con esto:

y con el tiempo creó el fuego que nos calienta pero que amenaza con quemarlo todo, el agua que elimina la sed pero que nos ahoga también, la tierra que alimenta la hierba pero que puede convertirse en avalancha y asfixiarnos, el aire que nos permite respirar pero que puede convertirse en un huracán. ...

El Demiurgo (1) creó el sol que nos alumbra pero puede secar los pastos, la luna que no logra controlar la noche mas allá de algunos días, para adelgazar y morir después, los otros cuerpos celestes que son espléndidos pero que pueden emitir influencias nefastas, y al fin los seres dotados de inteligencia pero incapaces de entender los grandes misterios, los animales que en tanto nos son fieles y en tanto nos amenazan. El Demiurgo era como un niño que desperdicia el barro para imitar la belleza de un unicornio pero termina haciendo algo más parecido a un ratón.

(1) Demiurgo es una imitación mal lograda del Dios original

1 comment:

JCV said...

El tema de marras lo resume George Carlin en su sketch The 10 Commandments. Al final de reducirlos a solamente 1 sentencia: "Take religion to thyself"