Monday, October 13, 2008

El perfecto corredor de un hotel anónimo en cualquier ciudad norteamericana. La banda sonora es el sonido perpetuo de las luces fluorescentes y del sistema de calefacción. Detrás de las puertas de las habitaciones tristes comerciantes con sus maletines de muestras espían los ruidos de las habitaciones de al lado.

Cuando se atreven a bajar al restaurante seleccionan mesas que no estén demasiado lejos de la entrada para no parecer asociales. Con los ojos distraídos buscan alguna referencia en los desastrados afiches de motivos marinos que agobian las paredes del restaurante. Uno por mesa, cada uno haciendo el esfuerzo por no hacerse notar mirando de reojo a los otros.

Solo pueden pensar en las inútiles cuentas, los objetivos y los porcentajes cumplidos. Los límites de crédito y los abonos zumban en todas las mentes de estos infelices. Las siempre humillantes visitas a los clientes, la sonrisa impecable inmune por completo a los malos tratos y a las vejaciones. Pequeña tragedia debida a un traje arrugado que lucirá mal en la visita de mañana y las nimiedades de los insignificantes negocios por liquidarse.

Cada vez que camino por uno de estos corredores pienso en la escena final de Barton Fink, una de las mejores películas de las últimas décadas:

1 comment:

JCV said...

Como esa, son decenas de millones las tragedias que a diario propone la urbanización y la cultura moderna al ser humano... Acaso hay diferencia entre vender seguros a vender aspiradoras puerta-puerta? o enciclopedias a domicilio? o automóviles de lujo cuando escasamente se tiene para un usado destartalado? El Malestar en la cultura que propone Freud en su ensayo se evidencia en esos oficios menores del agente viajero, del supernumerario de la oficina de correos, del profesor de escuela pública, del instructor de fuerzas de ventas, del anónimo que solo tiene en su familia la única llama para alumbrar el tunel y aferrarse a la vida, pues en los miserables logros del diario quehacer solo brota la mala semilla consumista de la que habla Erich Fromm pero que en conjunto se refiere Camus en su existencialismo.