Sunday, January 27, 2008

Anselm Road, Londres. 1998

DOMINGO

8:35PM

Toc... Toc... Toc... Los ruidos nacen como una serie de golpes secos sobre el piso de madera en la habitación que esta justo encima de la mía. Al cabo de algunos minutos han aumentado en intensidad y al mismo tiempo se empiezan a escuchar unos jadeos cada vez más fuertes. Son una especie de lamento ahogado, entrecortado, como de alguien que respira con dificultad.

Es extraño, el señor Robert, el arrendatario del tercer piso de la casa, ha sido siempre discreto y es la primera ocasión en la que lo oigo manifestarse de esta manera. El volumen de los martilleos sigue en aumento, tanto que, alertados por el barullo, Francisco y Jorge, quienes tienen sus habitaciones en el piso inferior de la casa, suben a mi cuarto para saber que está pasando. Poco a poco la cadencia y el volumen de los jadeos van en aumento. Nos hacen pensar que está haciendo el amor, desahogando su soledad con alguna prostituta y haciendo que la cama golpee la pared. Después de varios minutos los jadeos y golpes no se han detenido. La teoría de las acrobacias sexuales nos parece dudosa, el señor Robert es un anciano enjuto y pálido que parece ser poco saludable. Con algo de preocupación tocamos a su puerta, que está al lado de la mía. No hay respuesta, los quejidos se mantienen. Llamamos en voz alta su nombre pero nadie responde. El señor Robert continúa su alboroto y la puerta como siempre está bloqueada.

Ante su falta de respuesta empezamos a dudar de que le esté sucediendo algo malo y lo menos que queremos hacer es incomodarlo. Si algo hemos aprendido a respetar en los meses de frío londinense es el valor que los ingleses le dan a la privacidad del hogar. Nos reconfortamos reforzando la tesis de la maratón sexual y nos damos las buenas noches.

12:45PM

Trato de dormir y no logro cerrar los ojos. Los jadeos se han ido apagando despacio, sin embargo, ahora escucho objetos que caen en desorden y pequeños pasos que avanzan sobre el piso de madera ¿Gnomos? ¿Fantasmas? Al fin me da por pensar que esa maraña de sonidos hace parte de un mal sueño.

LUNES

2:45AM

Ya no hay más quejidos ni golpes, sólo los pasos ligeros que corren en desorden. Logro dormir.

8:20AM

Después de una pésima noche me levanto, los ruidos han cesado por completo. Salgo a la universidad.

7:36PM

Nos encontramos de nuevo en mi habitación hilando los acontecimientos de la noche anterior, tratando de entender lo que ha pasado. Hablamos sobre los hábitos del siempre misterioso señor Robert. Raramente lo vemos. Es el arquetipo del anciano inglés, huraño, solitario y con una timidez cercana a la mala educación. Sabemos que trabaja de noche y duerme durante el día. Sabemos que vive solo olvidado de su familia y del mundo entero. Ha sido siempre poco amigo de intercambiar algo más que el saludo cuando nos cruzamos con él en las escaleras de entrada de la casa que compartimos. Sabemos que nunca nos ha dado las gracias por la botella de vino que dejamos frente a su puerta con una nota deseándole un feliz año. Pero ya los ruidos se han detenido y la marcha del mundo continúa su curso.

MARTES

Algunas cartas dirigidas al señor Robert se han acumulado en el buzón que compartimos. Facturas, folletos publicitarios, un par de reportes bancarios. En la noche sobre mi alcoba escucho de nuevo los pasos ligeros y concluyo que se trata de un animal, con seguridad un ratón.

MIERCOLES

No hay novedades.

JUEVES

Al volver esa tarde a la casa noto desde la calle que en el piso de nuestro vecino hay una luz encendida. Tejemos una nueva teoría: el señor Robert ha salido de viaje. Salió de afán, no tuvo tiempo para revisar la casa. Tal vez la demencia senil ha comenzado a atacarlo. ¿Como explicar los ruidos del domingo en la noche? Fácil. Estaba con su amante, quien lo debió acompañar en el viaje. Una verdadera luna de miel más que envidiable dado el frío que hace por estos días de invierno en Londres.

Paso otra mala noche mientras los golpes ligeros sobre el piso de arriba me visitan de vez en cuando.

VIERNES

6:25PM

Nos encontramos para las cervezas de rigor en el bar de la universidad con Francisco. Jorge llega tarde como siempre y algo alterado. Con la primera cerveza en la mano, nos explica que en la mañana un compañero de trabajo ha ido a la casa averiguando por el señor Robert. Le comenta que trabajan juntos, en el turno de la noche, como guardias de seguridad en una fábrica. El señor Robert no se ha reportado al lugar de trabajo desde hace una semana y tampoco ha llamado. Jorge le explica que no sabe mucho, que al parecer ha salido de viaje pues no ha recogido su correo. El colega se va sin discutir más. Esta no es una buena noticia. Yo creo de verdad que ha ocurrido algo malo pero Jorge y Francisco me tranquilizan, refuerzan la teoría del viaje imprevisto, al Caribe o a cualquier parte, con tal de escaparse de esta mierda de clima. Además el sábado es la fiesta en la casa, para que pensar en cosas negativas ahora.

SABADO

10:52PM

Vamos por la undécima botella de vino barato. Hay unos veinte invitados compañeros de la universidad, la mayoría latinoamericanos. Justo cuando en la grabadora suenan las notas discordantes del detestado “Meneíto” y por entre la algarabía de latinos hablando todos al mismo tiempo un ruido que proviene de la habitación de arriba logra colarse. Es el sonido metálico de un antiguo teléfono de disco que nunca hemos escuchado.

Mientras algunas extrovertidas intentan los penosos pasos Francisco, Jorge y yo salimos de la sala con discreción para encontrarnos a la entrada del apartamento del señor Robert.

Las llamadas se repiten varias veces. El repique agudo logra taladrar la bulla pachanguera de los invitados.

Tomamos la decisión de llamar a la policía. Ya no hay teoría que sostenga otra alternativa diferente a la de la muerte segura de nuestro vecino. Lo único malo es que ya es tarde, además, no queremos incomodar a los invitados con detalles escabrosos y explicaciones. Mañana a primera hora haremos la llamada.

DOMINGO

9:36AM

Me despierto con un ligero guayabo. Levanto a mis vecinos y Francisco hace la llamada a urgencias. En menos de diez minutos, dos patrullas se estacionan frente a la casa. Después de una corta explicación, los policías suben hasta el segundo nivel. De un solo golpe tumban la puerta y desde abajo escuchamos la exclamación de la oficial que entra de primera:

-¡Esto es asqueroso!

10:20 AM

Nos han recomendado que no salgamos de unos de los cuartos mientras se llevan el cadáver en una camilla. El oficial quien parece ser el jefe nos interroga. Negamos haber escuchado o visto nada sospechoso. Nos tranquiliza, nos dice que esto ocurre todos los días en esta ciudad. Nos da las gracias por haber notificado a la policía. Nos comenta que hay un par de gatos que han quedado en el apartamento. No se han dejado atrapar y en un par de días un servicio especial vendrá por ellos.

11:55PM

No logro pegar el ojo. No sé si lo que no me deja dormir son las acusaciones de la conciencia o los saltos enloquecidos de los gatos que no se detienen en toda la noche, más alterados que nunca.

MIERCOLES 9:45AM

Llega la camioneta de “Pet Rescue”. Sin mayor ceremonia, un hábil cazagatos captura a ambas bestias y se las lleva hacia el refugio, en donde expertos sicólogos para animales y manos cariñosas, los ayudarán a olvidar el trauma de esos siete días infernales. Algún día, ya entrados en años, Spike y Misfit (así los bauticé yo) serán el centro de toda reunión gatuna. Le contarán a sus hijos, nietos y amigos como se vieron obligados a comer trozos de su adorado amo para poder sobrevivir. Contarán el terror de su agonía, la tortura de los días de hambre y como al cuarto día habían tomado la decisión de devorar partes del rostro del señor Robert para ser al fin rescatados después de una semana de pesadilla.

VIERNES

9:15AM

Después de la visita del empleado del refugio para animales, la puerta del apartamento del señor Robert ha quedado entreabierta. No logro convencer a Francisco y a Jorge para que me acompañen al interior del apartamento abandonado. Me decido a entrar solo. El hedor del polvo antipulgas, que está desparramado en todos los rincones del lugar, y la miseria de más de veinte años de encierro y de soledad me golpean apenas cruzo la puerta.

Pido excusas por la mala calidad de las fotos. No usé una cámara fotográfica profesional, tampoco tenía un flash (es una Lomo) y tal vez mis manos estaban temblando.

Daniel Barragan

Nota: 98% de los hechos narrados ocurrieron en Londres hace exactamente 10 años.

2 comments:

JCV said...

Maestrico, ya sabe: pórtese bien y hágase querer de quienes lo rodean para que cuando llegue su malahora, no sean los gatos quienes se encarguen de limpiar sus despojos.

Unknown said...

Impresionante relato, muy elegante su forma de escribir.