Pequeñas miserias de la Colombianidad
Dentro de poco voy a hacer el examen previo a la obtención de la ciudadanía Canadiense, que emoción!
Vale la pena hacer una recapitulación de algunas pequeñas humillaciones vividas en los últimos 15 años durante los cuales he tenido la “fortuna” (?) de viajar bastante, casi siempre por vainas laborales con el fatídico pasaporte colombiano.
-¿Pero porqué esa maleta tan pequeña?
-¿Porqué una semana, o sea viene para un seminario que dura una semana?
-¿Pero si su visa Schengen se vence ese día que pasaría si no lo dejan entrar allá? No se podría devolver acá pues su visa ya estaría vencida
-¿Porqué tanto equipaje?
-¿Y en que Hotel se va a quedar?
-¿Pero le gusta viajar bastante no?
-¿Puedo ver su tarjeta de negocios?
-¿Consultor? Le esta iendo bien veo, poco trabajo y harto billete me imagino
-Relájese, lo veo algo nervioso
-Lo que pasa es que usted tiene una visa de estudiante, si me dice que viene a hacer una práctica quiere decir que le estan pagando o sea que ya no es estudiante por lo tanto esta visa ya no le sirve, no lo puedo dejar entrar. Toca llamar al cacorro supervisor quien al final me deja pasar con esa mirada de agradezca que estoy de buen genio hoy.
-La maquina antiexplosivos ha detectado algo en mi laptop. 15 minutos de interrogación pasan hasta que el malhadado funcionario decide hacer el test con otro detector para comprobar que se trataba de un falso positivo.
Cuando llegué a Canadá hace casi 5 años me llenó de alegría el hecho de que me dejaran entrar sin revisar ni preguntar nada.
Todavía me acuerdo de las ganas que me dieron de desempacar la caja de bocadillos que traía de encargo para un amigo para compartirla con la sonriente empleada de la aduana. Era para mi un ángel pues no me había hecho exponer la vergüenza de las medias y calzoncillos mal doblados ni me había interrogado sobre el origen del dinero que traía en efectivo para establecerme en el país.
Ni quiero ni hablar de las colas diabólicas que nos toca hacer en las embajadas para rogar ni de ese esfuerzo sobrehumano que estamos acostumbrados a hacer los Colombianos para caerle bien a los cabrones que aprueban las Visas detrás de las ventanillas blindadas.
Muchos amigos y conocidos Colombianos (que de hecho salen poco del país para evitar traumas y ultrajes) me dicen siempre:
“No, pero a mi me ha ido divinamente en todas las fronteras, nunca me han molestado”.
A ellos les digo:
Me parece maravilloso, el día que en un aeropuerto extranjero los hagan entrar a la salita reservada para una requisa adicional pasaré a su lado cantando el himno Canadiense y diciéndoles:
-Tranquilos, sólo les van a hacer unas preguntas.