Wednesday, April 21, 2010

Una muestra de las joyas que se pueden ver en "Fotos de Familias Extrañas":

Thursday, April 08, 2010

La temperatura es cercana a los -18C, el día más frio de este invierno que apenas comienza. Siento mis medias empapadas entre las aparatosas botas de plástico doble. Miro de reojo a mi amigo Skee quien con nerviosismo trata de atar los malditos crampones a sus botas. Yo lucho contra un arnés que me he colocado en 2 ocasiones de manera equivocada. Los instructores con paciencia infinita nos ayudan mientras a un lado nuestros adelantados compañeros de curso ya están atalajados y nos miran con una sana mezcla de compasión y condescendencia. Noto que estoy temblando, no sé si debido al frio o por el temor de tener que intentar la primera escalada con la mínima dosis de instrucción que he recibido.

En medio del stress recuerdo pedazos de un párrafo de How to Ice Climb!, la biblia de Craig Luebben para los escaladores en hielo, que había ojeado la noche anterior:

El riesgo viene de la mano con la aventura. Solo pregúntenles a mis amigos que han muerto en las montañas. Varios peligros amenazan al escalador en hielo: herramientas afiladas, temperaturas heladas, tormentas enceguecedoras, avalanchas, caídas de hielo, formaciones inestables, malos mecanismos de protección. Por lo menos la cerveza nunca se calienta. Si usted prefiere un muro de escalada bajo el techo acogedor de un gimnasio al terror puro y a los dedos congelados lo felicito. De lo contrario siga leyendo y proceda con precaución.

Unas semanas antes, prometiéndole un riesgo mínimo y una aventura única había logrado enredar a Skee para que se inscribiera conmigo en un curso introductorio de escalada en hielo.

El día anterior, desafiando una de las peores tormentas invernales que he vivido en Canadá, manejé cerca de 3 horas por un autopista congelada con un visibilidad menor a 20 metros hasta llegar a Canmore en las montanas rocosas de Canadá. Esta zona ofrece las mejores escaladas en hielo del mundo a 1 hora de mi casa (cuando el clima colabora).

La primera señal de alarma del fin de semana ocurrió cuando los 12 estudiantes hicimos las introducciones de rigor y los objetivos personales en el centro de entrenamiento de Yamnuska:

- Yo tengo 6 años de experiencia escalando rocas pero quiero tener la posibilidad de escalar en invierno

- Yo llevo un año escalando en hielo pero quiero mejorar mi técnica de anclaje

- Quiero aprender a manejar mis movimientos de piernas de manera más fluida

- Mi esposa y yo queremos escalar Denali el próximo año

- Mi única intención es no morirme hoy - dije yo ante las risas piadosas de los otros

Había sobre los pupitres del salón de clases un documento a firmar (llamado waiver) con una veintena de excepciones en las cuales liberábamos de toda responsabilidad a los instructores en caso de accidente.

Apenas firmamos el mentado papel el instructor nos interpeló:

- Bueno, creo que ya estamos listos. Como todos ustedes parecen tener experiencia ya podemos arrancar, este es el plano de la zona donde vamos a hacer los primeros ascensos, allá nos pillamos!

Skee y yo nos miramos sorprendidos: donde están los videos instructivos, las charlas de seguridad, las instrucciones para el manejo de las cuerdas, los crampones y los carabiners.

Al llegar al sitio de arranque de la escalada nos entregaron de afán unos crampones y unas botas usadas cuyo olor me recordó de manera inmediata los zapatos desgastados y desprovistos de estilo que el Bolicentro del Chicó alquilaba por $200 en los ochentas.

Iniciamos ahí mismo tal vez la parte más difícil del día debido a mi desastroso estado físico para este tipo de evento: una empinada caminata de casi 2 horas entre la nieve hasta llegar al sitio de entrenamiento, una cascada congelada. Las botas que me habían dado no eran precisamente nuevas y mi torpeza al cruzar un riachuelo a medio congelar me dejaron con los pies empapados durante todo el día. Varios calentadores químicos que usé no lograron aliviar del todo el frío intenso en mi pies debido a la humedad permanente al interior de las botas.

De manera extraña la escalada en hielo como tal fue más fácil de lo esperado. Ya al segundo día nos pudimos lanzar a escalar una pared de hielo decente pero el frio extremo (-20C) hizo difícil las cosas, sobretodo porque las manos aferradas a las hachas se van adormeciendo a medida que uno escala.

En los viajes noto que la mente tiene una capacidad única para filtrar los momentos difíciles y transformarlos en experiencias edificantes y en lecciones que nunca sabremos descifrar bien pero que nos aseguramos, valen la pena.

Aunque estoy revaluando mis planes absurdos de escalar los 7 picos (no mentiras Diana, al menos intentaremos 5 de esos ;) ) le cogí un gusto enorme a la escalada en hielo. Hace unas semanas me lancé a hacer un curso de perfeccionamiento de la mano de J. Mills , uno de los mejores guías de montaña de las Rocosas y ya con mas calorcito logramos hacer varias escaladas de estas espectaculares caídas de agua.

No logré convencer a Skee para estas nuevas salidas y aunque aun me considera su amigo no creo que me haya perdonado la mala coincidencia de haber tenido que pasar esos días al aire libre escalando paredes de hielo a -18C de temepratura.