Saturday, October 24, 2009

Hipnotizado por "Into Thin Air" (1) el relato de Jon Krakauker de la tragedia ocurrida en 1996 en el Everest, hace un par de noches me dio por pensar que algún día podría lanzarme a la conquista de las 7 cimas del mundo, una tradición que consiste en escalar las montañas más altas de cada continente.

De manera febril y durante varias horas consulté planos, evalué las rutas mas accesibles, estudié los patrones del clima para identificar las temporadas ideales (por lo general 2 o 3 meses al año en cada pico). Coticé botas y equipos de escalada para expediciones sub-árticas. Evalué la opción de escalar 2 montanas al año empezando por las mas fáciles -Kilimanjaro, Aconcagua- dejando las más complejas -Everest, Carstensz- para el final. Planteé agendas, calculé presupuestos y me puse en contacto con montañistas que han intentado unos de estos picos.

Bajé de la web el programa de entrenamiento requerido para coronar Denali en Alaska (también llamado McKinley). El plan de 6 meses intensos de preparación me dejó algo asustado pero no me derrotó.

A la mañana siguiente me desperté con cierta sensación de zozobra y me encontré dándome mil razones por las cuales esos planes que la noche anterior parecían tan fáciles no son realizables hoy.

En la noche todo objetivo absurdo me parece accesible. El cerebro debe tener algún de tipo de mecanismo que hace que en las noches las partes racionales y disciplinadas pierdan el control sobre las partes primitivas en un efecto desinhibidor parecido al del alcohol.

De noche los planes más complicados me parecen sencillos y todos los peligros me parecen mínimos. Así como las teorías más interesantes son aquellas que son poco lógicas y no son demostrables, los mejores planes son esos que no se pueden completar por irrazonables y atrevidos.

Mi consejo es este: tomar el impulso para ejecutar los planes absurdos en la noche para no dejar que las horas de la mañana con su peso de responsabilidad, mesura, plazos por cumplir y cuotas por pagar apaguen su entusiasmo y logren detenerlos.

Al final pienso que las decisiones más fundamentales de nuestra vida las tomamos de manera irracional. Nos engañamos pensando que hemos planeado los detalles de las resoluciones trascendentales pero creo que su raíz es irracional. Cuando tomamos una decisión compleja (p. ej. tener un hijo) la maquillamos con motivos lógicos: generosidad, entrega, compromiso, amor filial, algún tipo de trascendencia, pero el origen más profundo es la obligación ancestral de mantener la especie.

Daniel Barragán

(1) Este es el polémico artículo original publicado en Outside que dio origen al libro. El libro contiene más detalles y varias aclaraciones.